El termino “alteridad” se aplica al descubrimiento que el “yo” hace del “otro”, lo que implica el surgir de una amplia gama de imágenes de ese otro, del “nosotros”, así como visiones múltiples del “yo”. Tales imágenes, más allá de las diferencias, coinciden todas en ser representaciones —más o menos inventadas— de personas antes insospechadas, radicalmente diferentes, que viven en mundos distintos dentro del mismo universo.
El hombre percibe su finitud, entre otras cosas, porque depende del encuentro con el otro, con el que no es él. Asi, el yo se topa de lleno con su vaciedad, con su falta de contenido. Sin contacto con los objetos, con los que se enfrenta y opone, no pasaría de ser una autoimagen vacía que quizá sería capaz de pensarse, pero a la que se tendria necesariamente que designar como un pensamiento vacuo. Bajo esta optica la máxima oposición se da en el encuentro con el otro, que es la forma suprema y más apropiada de participación del hombre con lo externo, la relación intersubjetiva o interpersonal. El enorme influjo de la relación intersubjetiva en la formación es patente en fenómenos como el lenguaje, la tradición, el trabajo, y tantos otros, todos ellos formadores de los lazos relacionales que contituyen la sociead y que perpetran, sin proponérselo, la identidad. Lo que nosotros hacemos a los otros, y éstos nos hacen a nosotros, eso es lo que somos.
Ver moralmente al otro y actuar por el bien del otro apartandonos de nuestras reglas ideologicas o actuar por los demás y para mi.
viernes, 7 de mayo de 2010
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